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Jesús prepara a los discípulos para el misterio al que están a punto de ser introducidos, al recordarles el significado de la humildad -servicio antes que manipulación, la aceptación de que estamos más cerca de la verdad entre los menos, los perdidos y los últimos, que entre los que se aferran a las fachadas de su propia omnipotencia. Los acontecimientos están empacados con tensión, casi con la hiper realidad de una paradoja. En estos momentos intensos, nos enfrentamos con los opuestos de éxito y fracaso, de los hemisferios de luz y oscuridad del alma, del ladrón bueno y el ladrón malo, con las polaridades de la lealtad y la traición. Por debajo de este reino de dualidad, encontramos el reino del espíritu, de la unidad. Todo esto que parece dividir, converge en la persona principal de la narración, que en sí mismo parece desaparecer en lo que encarna.
Laur
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Domingo de Ramos en la Iglesia Don Bosco, Caracas