Estamos condicionados desde la antigüedad a valorarnos por lo que tenemos o por lo que hemos logrado. En la antigüedad se valoraba la "fama" del heroísmo – o de un nombre que podría sobrevivirnos por muchas generaciones. Hoy en día es la celebridad – tan solo ser reconocidos y aplaudidos por no importa qué razón. A esto se añaden otros niveles de valor como los abundantes bienes materiales que conceden poder, para así ganar el temor y la dependencia de los otros. Jesús dijo: Es más difícil para la gente enganchada en esta manera de verse a si mismos, llegar al cielo – vida verdadera -- que para un camello entrar por el ojo de una aguja. Al decir el mantra nos estamos despojando de cada una de estas falsas valoraciones. Comenzamos así a entrar al estado de pobreza de espíritu en el cual nos vamos desprendiendo más y más y aferrándonos menos y menos. Al principio esto es estimulante. El sentido de liberación es como respirar aire puro o perder peso haciéndonos más ágiles y vivos. Gradualmente nos damos cuenta que el abandonarse no tiene límites. Finalmente, es a nuestro propio sentido de ser que debemos entregar a lo que parece – al menos por algunos momentos - como un vacío sin sentido. Solo la experiencia de amor en el mismo corazón de este proceso nos mantiene marchando hacia el fin, que de hecho, es un eterno comienzo.
Laurence Freeman OSB