Los cuarenta días de Cuaresma nos preparan para el intenso Misterio que enfrentamos en los tres días de Pascua. Para que esta iniciación en el misterio de Cristo tenga efecto necesitamos sentir una identificación intuitiva con Jesús. Tal como lo expresó San León el Grande: “La verdadera reverencia por la pasión del Señor significa enfocar los ojos de nuestro corazón en Jesús crucificado y reconocer en él nuestra propia humanidad”.
Lo primero, entonces, es que debemos ser capaces de ver con los ojos del corazón, que fácilmente se nublan por cualquier forma de exceso – por ejemplo demasiada ansiedad, demasiado tiempo en el computador o más comida de la que realmente necesitamos. Por tanto, la Cuaresma destaca el tema de la moderación y esto inicia el proceso de purificar el corazón, de tal manera que sea capaz de ver. Luego, usamos el poder de visión de nuestro corazón para mirar, para enfocar nuestra atención en la experiencia que Jesús sufrió. Entender el significado del sufrimiento es una aspiración universal. Sólo en esta etapa es probable que podamos experimentar un sentido de identificación. Esta experiencia no debe ser simplemente una proyección imaginaria o psicológica que nos mantiene en el centro de la escena. “Nuestra propia humanidad” requiere ser reconocida, dice San León, lo que significa empezar a tener una conciencia que surge del descubrimiento de una nueva plenitud. Algo que era muy familiar se torna de repente en algo totalmente nuevo.Laurence Freeman OSB