20 abr 2011

Miércoles Santo. Mensaje del P. Laurence

Es difícil no pensar en la naturaleza en términos humanos. Cuando el mar golpea contra el acantilado rocoso día tras día, siglo tras siglo, su paciente trabajo de erosión agujerea cuevas, desprende grandes trozos del frente rocoso, crea arcos pintorescos y nuevas piezas de tierra. La implacable embestida de la suavidad en contra de la dureza de elementos crea una metáfora del mundo insensato que podemos usar para darle sentido a nuestra propia experiencia. Nosotros colonizamos la naturaleza, en un primer momento, con nuestra imaginación.
Esto puede ser útil -siempre necesitamos nuevas analogías. Pero es no ver las cosas como realmente son, porque la impersonalidad de la naturaleza nunca puede ser incorporada a la conciencia de la existencia humana. Al igual que todos los demás habitantes del planeta, estamos sometidos a leyes cósmicas. Pero también somos piezas únicas en el rompecabezas cósmico, sin las cuales todos los mundos, conocidos y desconocidos, serían incompletos. Hasta que sepamos dónde y cómo encajamos, continuamos siendo piezas separadas que permanecen en la búsqueda de modelos que nos den sentido.
La amistad que anhelas y necesitas para ser plenamente humano proviene del reconocimiento de que nuestra propia singularidad se refleja en la solitaria singularidad de los demás. La alternativa a esta íntima soledad es una colectividad de masas - sociedad de consumo o estado comunista - en que una falsa seguridad se basa sólo en similitudes y uniformidades forzadas. Para evitar esto tenemos que levantarnos un poquito más temprano cada mañana y hacer una pausa cada tarde después del trabajo para ser nosotros mismos y nadie más. Pero entonces mejor podemos conectarnos y servir a los demás.
La autodestrucción de Judas fue el resultado de su incapacidad de admitir o confesar lo que había hecho. No podía soportarse a sí mismo. Pero su pecado de infidelidad no era más grande que el de Pedro, el príncipe de los apóstoles. Pedro lloró pero Judas desesperó. Lágrimas, como las olas del mar, al fin romperán a través del insensible corazón. Pero desesperar- como letargo en la vida espiritual- pospone y rechaza la hora de la verdad de manera indefinida.
Cristo lleva a los espíritus elementales del universo en una procesión triunfal. Las fuerzas impersonales de la psique que nos asustan por su potencial hacia la violencia y los trastornos sociales pueden, en otras palabras, ser domados y controlados. No estamos a merced de nuestras lealtades cambiantes, relaciones inestables y las prioridades del desgaste. Las fuerzas de la inestabilidad no tienen la última palabra. Más allá de la última palabra hay un silencio vivo.
Laurence Freeman OSB
(Traducción de Marta Elizabet Krause)