Desde el comienzo, subir una colina empinada implica un compromiso. En primer lugar, tienes que ser realista al mirarla y evaluar el desafío que representa y tu posible resistencia. Esto lo puedes hacer inconscientemente ya que puedes confiar en tus instintos. No obstante, no hay razón para que desestimes el desafío, siempre y cuando ajustes tu ritmo a la pendiente. Pequeños pasos lograrán un mejor resultado en menos tiempo de lo que puedes hacerlo con un intento impaciente por cubrir la distancia demasiado rápido. Cuando comiences contarás con energía fresca y el optimismo inherente a cualquier nuevo comienzo. Pero a mitad de camino tendrás que fijar tu foco entre el objetivo y el próximo paso a seguir. El objetivo te otorga la motivación, el próximo paso la aplica. Si estas caminando con otros, su compañía y conversación te hacen avanzar aun cuando se dificulte tu respiración al escalar; y tu perseverancia, a su vez, los sostiene. Al igual que el peregrino interior, una buena y vigorizante caminata con amigos en un día soleado hasta la cima de la colina con vista al mar, combina esfuerzo con placer y satisfacción. Es un buen ejercicio y es bueno compartirlo. San Pedro de Damasco, cuyas enseñanzas sobre las ocho etapas de la contemplación utilizamos durante el retiro, nos enseñó sobre la naturaleza del viaje espiritual. Las primeras tres etapas se refieren a la formación y preparación ascetas. Con frecuencia comenzamos a caminar, dice él, desde una triste sensación de caída del mundo y de nuestra propia ignorancia. A medida que caminamos, tanto nuestra ignorancia como nuestro sentido de que somos nuestros propios y peores enemigos se ven lentamente disipados por el conocimiento espiritual. Desde algún lugar más allá del horizonte, nuestro intento por cambiar el rumbo se corresponde con una más que generosa respuesta de gracia. Esto sucede en formas impredecibles. El nuevo conocimiento no es conceptual ni práctico del tipo que obtenemos en libros o técnicas de aprendizaje. Surge de andar el camino del desconocimiento, de escalar la colina con buen y mal tiempo, solos o con buenos amigos. Tomamos conciencia de este nuevo aprendizaje espiritual a medida que discernimos entre la ignorancia y el desconocimiento. Entre el esfuerzo y la gracia. Y entre el éxito y el amor. Laurence Freeman OSB
(Traducción de Patricia Clivio)