29 mar 2011

Viernes, 2da semana de Cuaresma. Mensaje del P. Laurence

Podemos sentir alegría de diferentes formas y por diferentes razones. Esta diversidad en los orígenes de la alegría es lo que hace que esta se intensifique. Es como encontrar una forma de estar embriagado pero sin sentir una resaca, pero solo para descubrir nuevas variedades del estado de felicidad. La corta hora feliz parece extenderse hacia el infinito. Al ver esto, nosotros percibimos que no depende de las circunstancias, buena suerte, la satisfacción de nuestros deseos, pero es simplemente parte de la naturaleza de ser. Dicha alegría de ser no puede ser restringida. Es activada repetidamente por diferentes, usualmente muy simples, cosas. Inclusive, parece tonto que debamos encontrar felicidad de este tipo en todas las cosas siendo como son, en su forma mas pura. Colores, las particularidades de la gente, inclusive decepciones menores, son todos atrapados en una alegría que tiene tantas causas potenciales que parece no tener causa. Este es el principio de la experiencia de Dios reflejada en la pauta de la vida diaria. Un reflejo opuesto de este fenómeno también existe. Nosotros podemos sufrir tristeza de la misma manera. Sumergidos en una gran perdida y aun sin darnos cuenta de lo que esto nos llevará a encontrar con el tiempo, la tristeza mancha todo lo que hacemos. Inclusive lo que usualmente nos consuela, nos levanta el animo, nos deleita y todo lo que alguna vez fue agradable, se convierte en una causa de tristeza. Parece que hemos colocado erróneamente el secreto de la alegría. Se siente como si la felicidad en la vida se ha escurrido hasta vaciarse. Y a través de un daño oculto a nuestra alma las aguas de la tristeza inundan y crean una sensación de hundimiento. Comprender ambos estados nos lleva mas allá del dualismo feliz-infeliz. La tristeza genuina no es resuelta por volverse alegre, y la alegría verdadera no es disminuida por la tristeza. A través del arte cultivado de la atención iluminada, por la sabiduría inherente en nuestro propio espíritu, nos elevamos por encima de toda dualidad hacia un nuevo lugar. Una nueva visión del mundo nace, donde todo esta presente y la perdida y el descubrimiento convergen. La cuaresma sirve a este estado de conciencia a través del desapego. La meditación sirve a través del amor. No es una experiencia-de-Dios sino la experiencia de estar-en-Dios. Laurence Freeman OSB (Traducción de Alvaro Madero)