La vida es infinita y maravillosamente variada y una sola actitud básica nos permite disfrutar completamente de todo – y esa actitud es el desprendimiento. Esto es difícil de creer y practicar porque el desprendimiento se siente primero como si estuviéramos perdiendo algo que amamos y quisiéramos disfrutar de eso permanentemente. El problema es la ilusión de permanencia. Primero, nos imaginamos que lo que deseamos es permanente. Y luego cometemos un error aún mayor tratando de hacer permanente nuestra posesión de lo que no es permanente. Estos nos aleja de la realidad de lo que deseamos y lo reemplaza con una imagen irreal que nos causa crecientes niveles de sufrimiento hasta que finalmente se disuelve como la nube de vapor que en realidad es. Luego sentimos que perdimos lo que más queríamos. Lloramos y gemimos aunque hayamos perdido solamente la imagen, la cosa que vimos como teniendo una permanencia que en realidad nada en el universo tiene. Aquí no tenemos una ciudad perdurable, dice San Pablo. La pérdida es en sí misma un tipo de ilusión – aunque dolorosa porque la ilusión ciertamente tiene el poder de causar dolor. La naturaleza ilusoria aun de pérdida es difícil de creer. Aun enfrentando los hechos, nos demuestra que lo que estamos perdiendo es nuestro apego a algo o alguien, no a la cosa o a la persona en sí. Esto puede sentirse como que estamos arrancando algo de raíces, cruel y violentamente. Recuperándonos de la pérdida – siempre una especie de muerte – lleva tiempo y puede ocupar mucho lugar en nuestra vida hasta que la verdad obvia finalmente nos hace caer en la realidad.
Durante estos días de desprendimiento nos estamos preparando para los tres días de Pascua durante la cual tenemos la oportunidad de entender la naturaleza real de la muerte. Confundir el desprendimiento con la pérdida es la razón por la cual tenemos miedo de la muerte y repetimos los mismos patrones de nuestros errores en la vida. Tratar de poseer la frescura y la belleza del momento presente es como tratar de dar vida a una estatua o a una fotografía. Como dijo William Blake, tenemos que aprender a besar la dicha así como pasa y vivir en un amanecer eterno. Los cuarenta días de Cuaresma son dedicados a comprender esto en nuestra experiencia diaria.
Laurence Freeman OSB
(Traducido por Mónica Thomson)