Hasta aquí nada hay de especial acerca de la Cuaresma. Excepto el grado de concentración y el nivel de atención que traemos a la dimensión espiritual de nuestras vidas. Durante la Cuaresma ligeramente nos reajustamos en nuestras rutinas habituales y los hábitos personales. De esta manera, tal vez, nos moleste un poco porque - a pesar de que pensamos que queremos que algo diferente suceda - parte de nosotros siempre se resiste al cambio. Concebimos alrededor de la Cuaresma introducir un algo nuevo cotidiano que tenemos que recordar hacer (tales como componentes de una reflexión diaria o hacer una lectura más espiritual) o restar algo familiar (como el azúcar o el alcohol). También puede ser hacer que nuestra práctica diaria de la meditación sea más coherente o simplemente mejorar nuestra posición sentada para que nos estemos más quietos y en posición vertical. Lo mejor de todo, y mejor que renunciar a los dulces, podríamos decidir decir el mantra con total atención. Incluso una pequeña alteración en nuestros hábitos mentales o físicos envía un mensaje a todo el sistema que mueve nuestra vida: no te metas en una rutina de ver las cosas desde una perspectiva diferente, vamos a ir más profundo. Para ser eficaz, por supuesto, la práctica de la Cuaresma tiene que ser mantenida. La regularidad en la práctica es la clave de la transformación permanente. Un pequeño dominio de sí mismo o la auto-simplificación se convierte entonces en un modelo para el conjunto de nuestra vida espiritual. ¿Cómo hacemos para que la Cuaresma arroje una luz en el cuadro más grande que es nuestro nivel de conciencia? Al que es fiel con las cosas pequeñas se le puede confiar algo más grande, Jesús nos recuerda. Regularidad. Duración. Si estás asando un pollo tienes que dejarlo en el horno a la temperatura adecuada durante el tiempo suficiente para que se cocine. Si lo remueves cada cinco minutos nunca terminarás. O si estás tratando de encender un fuego frotando dos palos, tienes que mantener el roce constante o nunca vas a generar el calor suficiente que con el tiempo hará una chispa que encenderá el fuego. Por lo tanto, la Cuaresma nos recuerda a la verdad más maravillosa y evidente, que vivimos día a día y que cada día cuenta.
Laurence Freeman OSB
Traducción de (Roberto Ariel Gómez)