Otra práctica de la Cuaresma, por cierto muy del estilo de vida del evangelio, es el dar limosna. Está usualmente asociado con donar dinero a buenas causas, pero ésta es sólo una parte de su significado. Como lo ilustró Jesús a través de su reacción hacia la mujer pobre que dió su pequeña contribución en el templo - entregó más que los ricos porque dió con más generosidad que ellos - el significado espiritual de dar no se define por el número de ceros. Dar poco en lo cuantitativo puede terminar siendo un darlo todo espiritualmente.
A veces damos para sentirnos y lucir mejor. O podemos dar porque la necesidad del otro nos ha tocado tan profundamente que nuestro ego ha sido disuelto por una ola de compasión. O porque una visión ha entrado en nuestra vida y nos ha inspirado de tal manera que nos hace ser parte de ella. Dar es relativamente fácil. Sin embargo, sólo algunas veces alcanzamos ese punto privilegiado en el que damos sin contar el costo, en el que genuinamente estamos entregándonos por medio del regalo.
Bajo ciertas condiciones somos capaces de dar sin que nos duela. Pero es el permitir que el regalo se vaya de nosotros lo que es más difícil. A veces ponemos tales condiciones o exigencias al regalo que le impiden psicologicmaente dejar de ser nuestro. A veces algunas personas se acercan para unirse a alguna Comunidad y cuentan la cantidad de talentos y extensa experiencia que tienen como base para contribuir, de tal manera que la Comunidad debería sentirse agradecida por haber sido considerada digna de este apoyo.
Dar limosna sin embargo implica algo más que dinero. Puede ser también entregar nuestro tiempo o atención, compartir nuestras capacidades o la lucha y el sufrimiento que el otro esta experimentando. Dar sin retribución alguna es pasarnos al canal rápido de la vida espiritual. La quietud es la vía por la que entramos a este canal rápido - la quietud, que es un punto concentrado de energía - y la pobreza de espíritu es el impulso de desposesión.
Laurence Freeman OSB
(Traducido por Antonio J. Sosa)