13 mar 2011

Primer domingo de Cuaresma. Mensaje del P. Laurence

La vida nos presenta diferentes facetas de la realidad, y siempre en una secuencia impredecible. Tomar un autobús o decidir cambiar de apartamento pueden ser eventos triviales de poco significado, o pueden convertirse en un hito de nuestra vida debido a las consecuencias que estos eventos traen. El elemento azaroso e inconsciente de la vida está más allá de nuestro control. Si personificamos este azar - o incluso karma - como Dios o diablo, debido a que las consecuencias nos parecen buenas o malas en el momento, tal vez podamos disfrutar del corto alivio de la explicación instantánea de lo que está ocurriendo. Pero perdemos el significado, y por lo tanto, perdemos la verdad completa que nos libera de la ilusión. Jesús fue llevado al desierto por cuarenta días y fue tentado - probado - por lo que claramente son avances poderosos del ego. Autosuficiencia, orgullo y poder son voces seductoras en cualquier momento, pero especialmente cuando estamos en el desierto. Este es un lugar de exposición y vulnerabilidad donde nuestras familiares identidades egocéntricas son suspendidas y donde encaramos sin disfraces el crudo egoísmo de supervivencia y autopromoción. El ego desnudo, aún nuestro propio egoísmo, repele a la mente consciente. Así que lo disfrazamos, lo negamos o rechazamos aceptar la responsabilidad de nuestro egoísmo a través de demonizarlo como si fuera una fuerza externa a nosotros. De acuerdo a las historias de los Evangelios, Jesús encaró su propio ego sin retroceder, vio a través de él y reconoció sus voces como ilusorias. Una vez que hemos visto a través de nuestra autogenerada ilusión, somos liberados. Aún si regresa a probarnos de nuevo, seremos más fuertes en identificarla y resistirla. Cada prueba nos hace más reales. Después de la prueba nos podemos relajar por un poco de tiempo, y a través de las circunstancias naturales y ordinarias de nuestras vidas, nos sentimos tocados por un poder que nos renueva y consuela.“Entonces el diablo lo abandonó, y ángeles aparecieron y lo cuidaron”. La oración, la tercer gran praxis de la vida Cristiana, es un desierto. Su trabajo consiste en encarar nuestras ilusiones y convertirnos en seres más reales.
Laurence Freeman OSB


(Traducido por Federico Ramírez)