El Evangelio de hoy describe la Transfiguración de Jesús ante tres de sus discípulos más cercanos cuando “Él se transfiguró delante de ellos, su cara resplandecía como el sol y sus ropas se volvieron tan blancas como la luz”. La cuaresma es el tiempo para purificar el ojo del corazón, con el cual vemos este tipo de luz.En el reino espiritual, el interior siempre absorbe al exterior y lo lleva hacia dentro, hacia un nivel superior del ser. El cuerpo sigue siendo un cuerpo pero se convierte en un cuerpo espiritual. La mente permanece consciente pero en un nivel de conciencia que trasciende al ego y la dualidad.eEn este relato del evangelio de una experiencia de iluminación, vemos una manifestación de índole verdadera que no invalida el mundo material ni la relación como experiencia humana. Este evento no ocurrió cuando Jesús estaba solo sino que estaba en compañía de sus acompañantes de más confianza. Es difícil para nosotros confiar en que la visión pura de Dios, no relacionada con un objeto – el significado de la iluminación – no es desencarnada y que ocurre en una realidad abstracta. De hecho, nosotros estamos encarnados y permanecemos así mientras existimos - hasta la eternidad – aunque la forma de nuestros cuerpos cambie. Mírate al espejo o en tu álbum fotográfico.¿Has visto alguna vez a un ser de luz? No un extraterrestre etéreo con dedos ultradelgados y un enorme cerebro ó un ángel con alas; sino a un ser humano que se vuelve luminoso bajo la influencia del amor, la verdad o la belleza. Yo lo vi una vez cuando una triste y amargada mujer cerca de la muerte me leyó un poema en el que transmutó su sufrimiento en belleza. Mientras leía el poema se convirtió momentáneamente, al menos para mis ojos, en un ser luminoso y amoroso.La transfiguración de Jesús es más aún que esto. Pero tales momentos de gloria iluminada en nuestras relaciones humanas nos sugieren lo que es realmente la luz interior de Jesús. Y lo que es nuestro propio potencial de transformación.
Laurence Freeman OSB
(Traducido por Gerardo Mora)