"Los que están bien no necesitan un médico, sino los enfermos".
La Iglesia primitiva pensaba que Jesús era primordialmente un médico y no tanto un juez. Cómo entendemos a Jesús esta influenciado por la forma en que nos entendemos a nosotros mismos. Generalmente nos sentimos como quebrantadores de reglas, no alcanzando la perfección o a punto de cometer algún nuevo error. Una variedad de este forma de comportarnos es cuando rechazamos cualquier noción de autoridad fuera de nosotros mismos y levantamos el puño contra un Dios que realmente no existe como tal. Podríamos vernos más bien como peregrinos que viajamos hacia una plenitud que ofrece el último significado de redención a todos los aspectos de nuestra experiencia, a través de un sendero diario de sanación, con sus picos de visión sublime y sus valles de desesperación. La mano que nos brinda sanación, ayuda, cuidado y amor no es sólo una alternativa consoladora a la mano de hierro del juicio y la condena. Es la realidad. Cuanto más profundo penetramos en la cámara del corazón -este es el peregrinaje de la meditación diaria que encarna toda nuestra experiencia - de manera mas convincente reconocemos que este poder sanador es verdaderamente lo que encontramos y lo que nos encuentra en el silencio de nuestra propia verdad.