18 oct 2009

La oración del corazón nos conecta con el Cristo de lo Profundo


Escultura "Cristo de lo Profundo" de Guido Galleti
Hace poco estuve en Génova atendiendo a una conferencia y tuve ocasión de visitar una pequeña caleta que se abre en el promontorio de Portofino, cerca de Camogli. En ella se encuentra el viejo monasterio benedictino de San Fructuoso que data del s.XII, hoy convertido en museo. La mayoría de los turistas que llegan a visitar este conjunto románico a ritmo frenético en grandes barco-buses, en cola para visitar muchas otras atracciones en un sólo día, ni siquiera se imaginan que en la entrada de la caleta, frente al monasterio y a 17 metros de profundidad, yace un Cristo instalado allí desde 1954 y bautizado con el nombre de Cristo de lo Profundo. La escultura de bronce de Guido Galleti tiene dos metros y medio de altura y sólo es visitada por los aficionados al buceo, que llegan placidamente en pequeñas embarcaciones y se sumergen con sus equipos para admirar la imagen. Cuentan que es una experiencia inolvidable pues el solo tamaño del Cristo ubicado en el fondo de unas aguas que filtran la luz de mil formas y colores, generan una impresión casi mística, muy sobrecogedora.
No pude dejar de hacer la analogía entre el Cristo de lo Profundo de San Fructuoso y el Cristo de lo profundo de nuestro corazón. Ambos ignorados por quienes viven como turistas frenéticos saltando de una atracción a otra, en el samsara de una vida hiper-ocupada y superficial; y sólo visitado con tranquilidad y dedicación por los escasos buzos adecuadamente equipados para bajar a lo profundo desde sus pequeñas embarcaciones.
Tenemos el equipo de buceo para bajar al Cristo de nuestra profundidad. Podemos usarlo. No nos vamos a arrepentir ni vamos a perder el tiempo. Más bien nos vamos a embarcar en la aventura de nuestra vida.

Monasterio de San Fructuoso