13 dic 2020

Tercer Domingo de Adviento

Hoy, la Iglesia arroja un toque de rosa a los colores de sus vestiduras sombrías. El púrpura, el color de la Cuaresma y el Adviento, las estaciones de espera y la preparación, no es mi color favorito. En mis días de viaje, me entristeció ver a toda la gente de asistencia al pasajero en el aeropuerto de Heathrow vestida fúnebremente mientras buscaban gente para ayudar.

Alegrarse. Hoy es "domingo de Gaudete (alégrate)"; y para dejar claro que hay un poco de rosa. El punto es que incluso en el período previo a una gran celebración, un evento largamente esperado (nacimiento, graduación, aniversario, apertura de un nuevo centro), la espera de la culminación no debe oscurecer el derecho a la alegría. Por supuesto, alguien que te dice que estés alegre es inmediatamente deprimente. En aras de la cortesía, podemos fingir. Pero la sonrisa se desvanece tan pronto como pasa la necesidad. Ésta es una característica de muchas personas religiosas que creen que deben ser amables con Dios para ocultar su tristeza e ira ineludibles.

Olas de tristeza recorren la vida incluso para los más afortunados. Pero puedes montar una ola de pérdida, fracaso o decrepitud sin perder la alegría de ser que se describe en las lecturas de hoy:


el SEÑOR me ha ungido; me ha enviado para llevar buenas nuevas a los pobres, para sanar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los cautivos y liberación a los presos ... en mi Dios está el gozo de mi alma. (Primera lectura)


Quizás no para todos, pero para mí estas palabras suenan verdaderas y traen un consuelo que (rara vez) no es falso incluso en los momentos más difíciles. Al señalar la alegría burbujeante en el corazón de las cosas, invocan un manantial de pureza en la naturaleza de la conciencia misma. Solo estar consciente es compartir la alegría de ser.


Es difícil experimentar esto continuamente. Parpadea y se apaga, durante la meditación y de un día para otro. Vislumbrado una vez, tocando la lengua incluso una vez; sin embargo, nunca puede ser refutado. Pero el autoaislamiento, tan desenfrenado en la cultura actual en el rechazo de la intimidad y la confianza como amenazas dolorosas a mi autonomía, sofoca la alegría y bloquea la primavera. Esta tristeza es un agujero imposible de salir por nosotros mismos.


La ayuda siempre viene en forma de otro. Incluso cuando el otro emerge de manera invisible desde adentro, tendrá una expresión que podemos ver y tocar. Al esperarlo, aprendemos a dejar las expectativas y a imaginar cómo será. Ese es el chapoteo púrpura, apofático y sin imágenes. Es necesario porque lo interpretamos con tanta arrogancia. Lo juzgamos desde el banco de observación superior del ego. Le decimos cómo es. Todo esto nos protege de la revolución de la conciencia que trae, de su dolorosa alegría de éxtasis.


La meditación nos hace como Juan el Bautista en el evangelio de hoy. Está tan seguro de que el otro vendrá que ya siente su presencia. Esto lo vuelve tan ridícula e inexpugnablemente humilde, que su alegría se desborda; y te hace verlo como el profeta de rosa.


Laurence Freeman OSB