18 abr 2011

Lunes Santo. Mensaje del P. Laurence

Hoy, a medida que la Cuaresma nos da todo lo que ha venido preparando para nosotros, empezamos el retiro de Semana Santa en la isla Bere. Los meditadores de muchos lugares están convergiendo en esta pequeña isla irlandesa atraídos por una experiencia de silencio que ninguno de nosotros puede poner en palabras pero que hace que las palabras se vuelvan más fáciles de decir con verdad y convicción. Hoy también hemos tenido suerte con el tiempo en una hermosa tarde dorada con luna llena pascual. Lógicamente, hablamos de los patrones meteorológicos que actúan como metáforas de los cambios de humor y de conciencia que ocurren en el viaje interior. La vida es una serie incontable de principios. Y, de manera más sorprendente de lo que uno pensaría, para cada principio hay un final. Pero en la nueva semilla de cualquier cosa, encontramos la esperanza y promesa potencial que nos proyecta más allá de la dualidad del nacimiento y la muerte. Los principios y los finales tienen diferentes significados, algunos más fáciles de aceptar que otros, pero estos dos polos son inseparables e ilusorios. La juventud no sería joven sin la edad. Podemos desechar fácilmente esta esperanza de los principios como puro romanticismo, una ilusión compulsiva que ocurre nuevamente cada vez que empezamos otra vez. O podría ser una inocencia incontrolable que refleja la naturaleza real de la mente, la naturaleza de Dios como el ahora eterno, y como una frescura perenne que no puede decrecer con el tiempo. Sin la fe, que nos permite ser capaces de tener esta esperanza y que nos protege del cinismo, no podríamos ser capaces de experimentar la gracia. La combinación de las dos, fe y gracia, es la que nos cambia a nosotros y al mundo a su tiempo. Puede ser una coincidencia, un amigo, un libro, o una búsqueda en Internet que dispara el convencimiento que todo principio positivo debe ser bienvenido. Lo inesperado y lo impredecible tienen que ser constantemente justificados. Si no podemos dar la bienvenida a lo nuevo estamos condenados a revivir los viejos patrones hasta el final del horizonte. Laurence Freeman OSB (Traducción de Silvina Santos)